viernes, 15 de abril de 2016

Mestizaje Discursal, por Milena Haddad.





  Buenos Aires, 12/10/2016

  Me encomendé en la acción de escribir esta carta a usted, señora Griselda Garzón, para que esto culmine en un posible pero incierto encuentro. Sería realmente de mi agrado que nos reunamos a hablar del pasado… Ese pasado del que nunca hablé, pero que tanto ha incidido en mi vida sin que yo lo pretenda como si fuese una especie de manual de instrucciones, para dirigirse a personas como yo.
 Fueron ya más de 6 años  los que separaron nuestros caminos, y el día de hoy estoy listo, para decirle todo lo que debí haber dicho en ese momento, la última vez que la ví, enfrentados por ese infortunado pedazo de madera de pirul disfrazado de escritorio. Recuerdo que ese día también noté el perfume de Dior en su pullover de llama. Y al irme sentí  que todo lo que usted me había dicho era verdad, creí que realmente no merecía el empleo, pensé que era aceptable y lógico que un hombre como yo no consiga un trabajo así. Un trabajo en el que todos visten blanco y negro, no importa si sea de día de noche. Una tarea tan elegante, renombrada e importante que lo único enseñe es que uno no vale más que su rostro, su auto y la zona de la capital en la que vive.
 En el momento en el que usted me aclaró que por más que yo haya asesorado  en casos como practicante enviado desde la Universidad de Jujuy, nunca conseguiría ser un abogado respetado, yo verdaderamente le creí. Volví a mi pueblo, y al entrar en mi hogar observé a mi madre y mis hermanos y lamenté que estuviésemos marcados, me avergoncé de que nuestra piel  fuese aceitunada, que tengamos rostro indígena y por un minuto hubiese deseado ser un chico porteño, un chico común, con pelo castaño y la piel clara.
 Por suerte, las cosas no se dieron como usted lo ha dicho. Desde que vivo en Bolivia, he llegado a tener mi propio estudio jurídico, una esposa, un bellísimo auto importado y vivo en uno de los complejos arquitectónicos más lujosos de La Paz.
Espero que durante mi visita podamos juntarnos a hablar, de igual a igual.


                                                                                       Victor Yatel.
                                                                                   M.N. 14922016.

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