lunes, 3 de agosto de 2015

En el final está el comienzo

"Desde el punto de vista de los indios de las islas del mar Caribe, Cristóbal Colón, con su sombrero de plumas y su capa de terciopelo rojo, era un papagayo de dimensiones jamás vistas.”

Desde el punto de vista del europeo, la historia de América toda empezó el 12 de octubre de 1492. Antes: nada, nadie, nunca.
56 millones de habitantes originarios fueron exterminados. 56 millones. Se llamó nuevo a un continente milenario, paraíso a la belleza natural, primitivos e inferiores a sus habitantes. Así, la imagen que el varón europeo y blanco tenía de sí y de su cultura fue la vara con que medir  lo que miraba, y miraba sin ver: donde había Haití vio Japón, en Cuba vio China y el genérico indio encubrió a quienes  existían.  Aniquilada su libertad y su identidad, comenzó el despojo de sus bienes y sus tierras.  De este modo los pueblos originarios descubrían Europa. Con la llegada del europeo, nació la miseria y los dueños de la tierra exiliados del mundo fueron los pobres, son los vagos, los negros, los cabecitas, villeros, perucas, bolitas, paraguas.   “Así, la tremenda desigualdad social es también racial”. 

Después del genocidio, comenzó el otricidio: el aniquilamiento del otro, la negación misma de la diversidad en que se expresa lo humano, que volvería a repetirse en otras masacres en nombre de la civilización. Matar al otro es asimilarlo, integrarlo a una cultura, un idioma, una religión; una norma que impone una única forma  de ser. Establecida la norma, se identifica lo normal con humano y se lo separa de lo anormal, de lo bestial. Hecha la norma, los que no se sometan a ella serán aniquilados. Asimilación y masacre son dos formas de muerte ya que dejar de ser uno mismo para ser otro que no me ve, no me contiene, no me reconoce como sujeto, es aceptar que me maten para vivir una vida prestada y artificial, pues cuando me miro no veo sino un rostro que me avergüenza o me delata. Matamos al otro cada vez que  negamos  que tenga los mismos derechos que uno mismo, pero es diferente.  Matar al otro es matarse porque sin  el otro yo no sería yo, única, distinta pero no distante de vos que sos yo, otro tan igual en derechos, tan diferente  que mirarte es verme y al vernos, reconocernos humanamente iguales.  Reconocer que barbarie es matar, despreciar, usar la ciencia y la tecnología para tomar distancia de las víctimas y aniquilarlas sin verles la cara. Barbarie de la llamada civilización que justificó el saqueo apropiándose de la voz que relata la Historia desde el punto de vista de los vencedores que todavía conquistan y avasallan desde la seducción que provoca la blanca luz de sus razones, casi siempre económicas.
-Los entrecomillados señalan la voz de Eduardo Galeano-
Graciela

No hay comentarios:

Publicar un comentario