"Desde el punto de vista de los
indios de las islas del mar Caribe, Cristóbal Colón, con su sombrero de
plumas y su capa de terciopelo rojo, era un papagayo de dimensiones jamás
vistas.”
Desde el punto de vista del europeo,
la historia de América toda empezó el 12 de octubre de 1492. Antes: nada,
nadie, nunca.
56 millones de habitantes originarios
fueron exterminados. 56 millones. Se llamó nuevo a un continente milenario,
paraíso a la belleza natural, primitivos e inferiores a sus habitantes. Así, la
imagen que el varón europeo y blanco tenía de sí y de su cultura fue la vara
con que medir lo que miraba, y miraba sin ver: donde había
Haití vio Japón, en Cuba vio China y el genérico indio encubrió a quienes
existían. Aniquilada su libertad y su identidad, comenzó el despojo de
sus bienes y sus tierras. De este modo los pueblos originarios descubrían
Europa. Con la llegada del europeo, nació la miseria y los dueños de la tierra
exiliados del mundo fueron los pobres, son los vagos, los negros, los
cabecitas, villeros, perucas, bolitas, paraguas. “Así, la tremenda
desigualdad social es también racial”.
Después del genocidio, comenzó
el otricidio: el aniquilamiento del otro, la negación misma de la
diversidad en que se expresa lo humano, que volvería a repetirse en otras
masacres en nombre de la civilización. Matar al otro es asimilarlo, integrarlo
a una cultura, un idioma, una religión; una norma que impone una única
forma de ser. Establecida la norma, se identifica lo normal con humano y
se lo separa de lo anormal, de lo bestial. Hecha la norma, los que no se
sometan a ella serán aniquilados. Asimilación y masacre son dos formas de
muerte ya que dejar de ser uno mismo para ser otro que no me ve, no me contiene,
no me reconoce como sujeto, es aceptar que me maten para vivir una vida
prestada y artificial, pues cuando me miro no veo sino un rostro que me
avergüenza o me delata. Matamos al otro cada vez que negamos que
tenga los mismos derechos que uno mismo, pero es diferente. Matar al otro
es matarse porque sin el otro yo no sería yo, única, distinta pero no
distante de vos que sos yo, otro tan igual en derechos, tan diferente que
mirarte es verme y al vernos, reconocernos humanamente iguales. Reconocer
que barbarie es matar, despreciar, usar la ciencia y la tecnología para tomar
distancia de las víctimas y aniquilarlas sin verles la cara. Barbarie de la
llamada civilización que justificó el saqueo apropiándose de la voz que relata
la Historia desde el punto de vista de los vencedores que todavía conquistan y
avasallan desde la seducción que provoca la blanca luz de sus razones, casi
siempre económicas.
-Los entrecomillados señalan la voz
de Eduardo Galeano-
Graciela
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