La caja
Sus manos
lo sujetaban, sus dedos estaban
ansiosos, se amarraban a los cabezales laterales. Rodeaban toda la
cuadrada superficie, abrazaban a los troquelabas, los forzaban cínicamente. Sus
ojos se despegaban .Desosiegos de deseo
se marchitaban por observar. Sus meniques se volvían garras que sujetaban
brutalmente las aristas, violentando a la lengüeta y despedazando los bordes.
Un grito de horror penetró en el aire, la caja estaba vacía.
La fuga
Intentó
desprenderse pero la soga permanecía allí.
Un cielo pálido y monótono se erguía
frente a sus cuerpos. La luminiscencia del día se fugaba como un prófugo
extinto. El represor lo miraba fijamente y esperaba el momento justo. Las
estrellas se empinaban como cuajares de puntos. El cuerpo comenzó a caer,
inmerso en lo profundo del crepúsculo, se alejó rápidamente. No se escuchó
ningún impacto.
A caballo regalado no le mires los dientes
La casa lucía
esplendida, rodeada de globos y llena de vida. Se sentía disconforme, miraba
con despreció. Todo le generaba rechazo,
nada era digno de su presencia. Detrás de la madera estaba su regalo. Imaginó enormes castillos erguidos sobre sus sueños
infantiles, princesas en majestosos carruajes deslumbrando belleza y pulcritud.
Escuchó un agudo relincho, giró la cabeza y sus ojos se encontraron con dos
enormes orbitas cargadas de pánico que lo observaban fríamente. Una vieja yegua
sin dientes que apenas podía mantenerse en pie, yacía frente a su cuerpo.
Muy bueno
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