Recuerdo cuando mis días eran grises.
Más que mis días, mis
meses, mis años. Me sentía muerto en vida, sin saber qué hacer ni a dónde ir.
A pesar de todo lo que había logrado siendo compositor y cantante en California, la mayoría de las
cosas se tornaban oscuras. Lo que más quería en ese momento era deshacerme de
aquella maldita rutina y de ese vacío profundo que invadía todo mi ser.
Por alguna razón inexplicable, un sábado antes de la media
noche contemplé la mirada más sincera que alguna vez podría haber visto. Era
una niña. Sí, una niña de aproximadamente quince años que me miraba como
queriendo gritar algo a través de sus ojos. En sus manos, un libro, un libro
que veinte segundos después apareció en mis manos y ella ya no estaba. Me dio
más curiosidad saber dónde se había ido que abrir aquel “regalo”, sin embargo
al no encontrar respuesta regresé a mi
casa.
Recuerdo haberlo tomado a la mañana. En su portada se podía
leer claramente “los pasos hacia la felicidad” [100 días].
No creía en las llamadas “auto ayudas”, ni siquiera entendía
cómo un pedazo de papel podía ayudarme, pero nada me llamaba más la atención que saber de qué se trataba aquello que me
había obsequiado la niña de la noche anterior.
Página 1 “El orgullo acaba en fracaso; la honra comienza con
la humildad”
Al terminar de leer
aquel proverbio que marcó un antes y un después en mi vida, empecé a hojear las
demás páginas. Cada una de ellas tenía distintas “ordenes” hacia mí. La verdad
es que la primera vez no pensé en cumplirlas, pero después sin tener alguna
razón concreta lo hice.
A medida que pasaban los días cumplía con cada hoja. Sin
saber por qué, cada oración me incitaba a obedecerla y eso producía una
plenitud dentro de mí. Sabía que aquel libro iba a terminar y que mi vida tenía que continuar, pero nada me
entusiasmaba más que llegar hasta el final.
Al tiempo me iba dando cuenta que todo mejoraba, que al
aplicar lo que leía en mi vida todo el resto cambiaba. Ya no veía las cosas
como antes y me daba cuenta que la mirada de aquella niña se reflejaba en cada
palabra que veía.
Tanto impactó en mí que quise leer los dos últimos días a la
mañana bien temprano.
Día 99: “Sonríe hoy llora mañana”. No lo entendía hasta que
al día siguiente leí
Día 100: “Lee el día 99 todos los días”. Al saber que así
terminaba lo único que me había ayudado estos últimos meses sonreí.
El día de hoy puedo decir que no necesitaba nada más que encontrar la verdadera felicidad en esas pequeñas cosas, y que ese
pequeño libro me ayudó a amar lo que hacía todos los días sin pensar. Por él entendí
que todo pasa por algo, que lo terrenal
se va pero los momentos, recuerdos y alegrías me las había dado alguien que había
puesto sus ojos en mí ese día. Alguien allá arriba.
Damaris: escribís un texto claro con una historia sencilla, a la que le falta el discurso adecuado a la elaboración de un relato. Predomina el decir sobre el narrar, no hay suspenso ni tensión y las acciones se tornan previsibles y no logran conmover.
ResponderEliminarEl narrador personaje habla sobre lo que sucedió o sucede pero no hace que los hechos sucedan. Repensar qué hace que el "cómo" se cuenta sea tan importante como la historia contada.
La última oración resulta incoherente: no hay indicios que anticipen la posibilidad de adjudicarle una naturaleza angelical a la muchachita. Si no es esto, no entiendo entonces a qué alude.
Rever uso de puntuación, párrafos y algún error de ortografía.
Si bien esta instancia pone punto final a la actividad, no lo hace con el trabajo de reescritura sobre el texto, ya que puede mejorar. Ojalá tengas las ganas y el entusiasmo, porque a escribir se aprende escribiendo.
Nota: 6