Noche fría
en una aldea alejada de Suiza, Jorge, alma viajera, venia deambulando por los
restos de aquel descontento que tantos estragos causó. Un paso, dos pasos, tres…
A cada movimiento, cantidades de cuerpos inanimados como las ruinas que tal
problema dejó. Este viajero, alto y fornido, ojos tan oscuros como el café, cabello
largo cuan crin de caballo, caminó y caminó, con un abrazo claro que se perdía
en el blanco de la nieve y con un morral el cual parecía salido de la guerra.
Luego de tanta travesía, distracción entre tanta desgracia, notó que había un
grupo de personas que luchaban por mantenerse calientes en una especie de estufa
improvisada hecha de restos, tanto de inmuebles como de hasta los mismos
cuerpos que yacían por todos lados. Ambiente apocalíptico, apagado, triste,
notable por demás. Jorge apresuró paso, se asomó a la bendita creación para no
morir por el frío y medió palabra para, de alguna manera, apaciguar tanta
conmoción y comenzar a sobrevivir a lo que la guerra civil causó.
Luego de
socializar, calmar las aguas y reconocer a quienes no fueron tan afectados, el
viajero ideó un plan para poder llevar a cabo la gran tarea: primero que nada
debía recuperar tantos recursos como se pudiera para hacer más tangible el
hecho de pasar los días en lo que quedaba de aquellos lugares llamados “hogar”.
Segundo que todo debían dar santa sepultura a los caídos y finalmente
reconstruir, de a poco, aquello que el viento se llevó.
Pasan las
horas, pasan los días, semanas y meses. Jorge había cumplido con sus promesas y
los aldeanos comenzaron a festejar con júbilo. Entre gritos y exclames, brindis
y alegrías, el andante notó que un joven, apartado de la multitud, estaba
reposado contra una mole de cabellos verdes que bailan con el viento leyendo un
libro. Curioso, Jorge le pregunta que esta leyendo y el púber responde con
cierto ánimo de superioridad: -“Es “El viajero en pena”, es una leyenda”. –“Te
haré 2 preguntas, ¿De qué trata tal leyenda? ¿Crees en ellas?” Preguntó ante
tan ferviente respuesta. –“Se trata de un fantasma el cual ayuda a los pueblos en
pena, si fueras un fantasma diría que hasta eres el protagonista de esta
leyenda”
Acto
seguido, Jorge desaparece con una sonrisa ante los ojos de el joven diciendo
las siguientes palabras: “Yo también conozco esa leyenda, y muy bien”.
Maxi Bazán
4to 2da TM
Esta muy bueno!
ResponderEliminarMaxi: la idea es muy buena ya que resuelve la consigna de manera personal muy ingeniosa. Sin embargo, hay tantos errores en la expresión que no se luce como merece.
ResponderEliminarRever puntuación, tiempos verbales, construcción de oraciones y de párrafos, vocabulario, conectores lógicos. Repensar en qué consiste el uso estético del lenguaje; no se trata solo de incorporar figuras retóricas.
Tenés entre manos un texto que podría ser un cuento excelente. Esta publicación pone punto final a la actividad, pero no lo hace con el trabajo de reescritura sobre el texto, ya que, hay mucho por mejorar. Ojalá tengas las ganas y el entusiasmo, porque a escribir se aprende escribiendo.
Nota: 7 (siete)
Era una noche fría en una alejada aldea de Suiza. Jorge, alma viajera, venía deambulando por los restos de aquel descontento que tantos estragos había causado. Un paso, dos pasos, tres… A cada movimiento, cantidades de cuerpos inanimados como las ruinas que tal problema había dejado. El viajero, alto y fornido, ojos color café, cabello largo e indómito, caminó y caminó, con un abrazo claro que se perdía en el blanco de la nieve y con un morral el cual parecía salido de la guerra. Luego de tanta travesía, distracción entre tanta desgracia, notó que había un grupo de personas que luchaban por mantenerse calientes en una especie de estufa improvisada hecha de restos, tanto de inmuebles como de hasta los mismos cuerpos que yacían por todos lados. Ambiente apocalíptico, apagado, triste, notable por demás. Jorge apresuró paso, se asomó a la bendita creación y medió palabra para, de alguna manera, apaciguar tanta conmoción y comenzar a sobrevivir a lo que la guerra civil había causado.
ResponderEliminarLuego de socializar, calmar las aguas y reconocer a quienes no fueron tan afectados, el viajero había ideado un plan para poder llevar a cabo la gran tarea: primero que nada debía recuperar tantos recursos como se pudiera para hacer más tangible el hecho de pasar los días en lo que quedaba de aquellos lugares llamados “hogar”. Segundo que todo debían dar santa sepultura a los caídos y finalmente reconstruir, de a poco, aquello que el viento se había llevado.
Pasan las horas, pasan los días, semanas y meses. Jorge había cumplido con sus promesas y los aldeanos comenzaron a festejar con júbilo. Entre gritos y exclames, brindis y alegrías, el andante había notado que un joven, apartado de la multitud, estaba reposado contra una mole de cabellos verdes leyendo un libro.
-"¿Qué estas leyendo?"- preguntó Jorge curioso.
-"Es "El Viajero en Pena", es una leyenda"- contestó el joven con cierto aire de superioridad.
-"Te haré 2 preguntas: ¿De qué trata tal leyenda?¿Crees en ellas?"- cuestionó el andante.
-"Se trata de un fantasma el cual ayuda a los pueblos en pena, si fueras un fantasma diría que hasta eres el protagonista de esta leyenda"- respondió el púber.
Acto seguido, Jorge desaparece con una sonrisa ante los ojos de el joven diciendo las siguientes palabras: "Yo también conozco esa leyenda, y muy bien".
Maxi Bazán 4to 2da TM