El vacío eterno por Agustín Baigorria
Era una
tarde de verano calurosa como cualquier otra. Yo estaba en la hamaca paraguaya detrás
del jardín de mi casa leyendo un libro que me encontré tirado hace unos días en
el patio de mi casa. Este libro era muy extraño había un hombre como
protagonista alto de pelo negro y lacio, de una tez muy pálida, con una galera extravagante
de color roja y una expresión de seriedad que ni con la mueca más graciosa podría
corromperse.
A medida que la historia transcurría sentía que
el libro me atrapaba a tal punto que cuando me di cuenta de que realmente me
estaba absorbiendo fue demasiado tarde para salir de él. Caí en un vacío
interminable a una velocidad increíble. Bajaba y bajaba era interminable,
llegue a sentir que nunca terminaría, y estaba en lo cierto.
Luego de un par de horas descendiendo en
picada me acostumbré a ese vacío oscuro y frío, pero mi mayor asombro fue
cuando divise en la oscuridad un punto rojo que resaltaba frente al vacío. Al
irme acercando el punto rojo que era en la lejanía se fue transformando en una
galera y ahí estaba el hombre del libro que al pasarlo por al lado se sorprendió
y con un leve movimiento de manos me frenó en los aires y me elevó hacia él.
¿Y tú quién
eres?- pregunto el hombre de la galera, con su cara de seriedad extrema.
Yo, aún sorprendido por de que aquel hombre esté
en aquel lugar tan increíble y solitario, no pude responder.
¿Quién eres?- me pregunta por segunda vez
frunciendo el ceño y con una cara de enojo increíble.
Lo siento soy Carlos y no logro comprender como llegue aquí- respondí con algo de timidez.
Lo siento soy Carlos y no logro comprender como llegue aquí- respondí con algo de timidez.
Este lugar se denomina vacío de transición, en
este lugar puedes ir a diferentes mundos. Ten cuidado a donde te diriges que
hay mundos en el que domina la magia, en otros la guerra y en algunos el mal-
dijo el hombre pálido, y con estas palabras desapareció.
A su vez parecieron cantidad innumerables de
portales con diferentes matices desde colores oscuros hasta colores fuertes y
brillantes. Este era un momento decisivo en mi vida, tenía que elegir el portal
que me lleve a nuestro mundo o todo acabaría ahí. Luego de pensármelo una hora
opte por aquel que tenía a la derecha. Era un portal de madera tallada con una
historia contada en todo el marco su color era verde claro con una clase de
chispas del mismo color que salían de este. Me armé de valor y me acerqué al
portal y apenas me incliné hacia él sentí una presión en todo mi cuerpo y un
aliento cálido que me sacó de mi sueño.
Con los ojos
un poco achinados por la luminosidad se me acostumbró la vista y me di cuenta
que seguía en la hamaca y era mi gata la que se había subido encima mío.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAgustín: la idea es buena, pero necesita trabajo para convertirse en un cuento excelente. Hay muchos errores de coherencia y cohesión que dificultan la lectura y deslucen el producto. . El narrador habla sobre lo que sucedió o sucede pero no hace que los hechos sucedan. Repensar qué hace que el "cómo" se cuenta sea tan importante como la historia contada.
ResponderEliminarResulta muy decepcionante que anules la posibilidad de sostener lo fantástico con la vieja y tan usada fórmula de "era un sueño".
Rever construcción de párrafos y oraciones; uso de puntuación, tiempos verbales, repeticiones innecesarias, preposiciones y tildes.
Ojalá te den ganas de volver a sentarte con este texto y practiques la reescritura, porque a escribir se aprende escribiendo.
Nota: 5