Voló. Simplemente agitó sus alas y el gorrión
celeste, que Magali tanto había amado
desde su infancia, escapó de su vida como agua entre los dedos. La jaula con barrotes torcidos y desecha, prisión del pobre animal, no pudo con él.
Su
dueña se conmocionó por su pérdida, llegando al punto de no saber qué hacer, ni
dónde ir ni a quién recurrir. Magali,
una mujer de unos veintiocho años, cabello negro y largo, ojos oscuros y una sonrisa
triste vivía sola (a excepción de su mascota) en su pequeño departamento. Trabajaba
en una gris y sórdida oficina, donde no tenía interacción con otras personas
más que con su vieja computadora y su testarudo y poco considerado jefe. Distanciada
relación familiar, difunta madre, soltera, sin hijos. Una vida solitaria para
una joven sin expectativas.
Con
la pérdida de su gorrión, Magali quedó shockeada. No salió de su casa por una
semana, dormía poco, lloraba la mayoría del tiempo y leía. Leer. Eso era lo
único que podía mantener su ánimo a un punto aceptable. Leía novelas románticas,
policiales, poesía, entre otros. Recorrió toda su gran estantería repleta de
libros de todo tipo de género, compró nuevos y hasta descargó libros virtuales en
su oficina sin que su jefe la descubra.
Una
tarde, se encontraba en su casa, con su cuerpo pálido y delgado tirado en el
sillón y la mente en blanco. Repasando su departamento con la vista, descubrió un
libro que no había visto antes allí. Lo recogió y leyó el título:
"Rebelión en la granja". La palabra rebelión provocó una chispa en su
interior, empezando en ese mismo momento a aventurarse en la historia. Animales
que hablan entre ellos que establecen pautas para la convivencia, luchan contra
los humanos y consiguen su libertad.
Finalmente terminó la novela y meditó
durante un largo rato. En su
mente, todo estalló. Pudo ver todo su contenido pasar frente a sus ojos.
Animales. Gorrión. Jaula. Volar. Libertad. Todo esto de repente la abrumó, pero
entendió. Entendió que ella también podía liberarse de su triste vida. Entendió
que también había estado encerrada durante mucho tiempo, y llegó el momento de
abrir la jaula. En
ese mismo momento, corrió a la ventana. La abrió de par en par. El sol acarició
su rostro, llenándose de vida. La brisa alborotó su cabello, reluciendo su
belleza. El canto de los pájaros la invitaba a salir. A salir volando. Y ella
se dejó llevar. Agitó sus alas y simplemente voló.
Ramiro Clerici, Sofia Monello, Jimena Muñoz.
Ramiro, Sofía, Jimena: elaboran una historia simple que discurre con claridad y sencillez, que, lejos de restarle mérito al relato, le imprimen calidad y sensibilidad. Sin embargo, la última oración la desbarata porque, si bien un relato fantástico rompe la lógica de lo racional, construye una nueva que da sentido a lo sobrenatural para que aparezca como natural. Ustedes no lo logran porque "agitó sus alas y ... voló" sucede sin que pueda encontrarse esa naturalidad que permite aceptar lo fantástico. Esto provoca un efecto de incredulidad y decepción.
ResponderEliminarRepensar el tipo de ave: los gorriones no sobreviven al cautiverio.
Rever tiempos verbales y gerundios.
Nota: 7