viernes, 2 de mayo de 2014
Noche de Terror por Nicolas Marruccelli
Noche de Terror
Era una fría mañana de otoño. Ese sábado Johnny se levantó temprano y fue a visitar a su primo en el campo, donde la mayoría de las veces se encontraban él a jugar a la pelota. Johnny era robusto, aventurero, de poco hablar y tenía diez años de edad. Se dirigía por el camino que debía seguir hacia el extenso bosque, que luego debía cruzar para llegar a la granja de los Vigorens. Siempre solía llevar una brújula consigo, la cual en momentos inesperados lo ayudaba a orientarse en su camino. Recuerdo que en muchos casos, nos perdimos juntos y fue lo que nos ayudó a poder volver a casa.
Desde que nací, me había criado junto a Johnny, él era un hermano para mí, un ejemplo a seguir. Aunque no pertenecía a mi familia, a consecuencia de que era un niño adoptado por mis padres, yo lo apreciaba como a ese hermano que siempre quise tener.
Todas las mañanas, él se levantaba temprano, como por costumbre, y se sentaba en la terraza con intención de avistar distintos tipos de aves que llamaban la atención con sus diversos sonidos y plumajes, también le agradaba contemplar los distintos paisajes arbolados, llenos de frutos y flores de todos los colores. Siempre estaba presente su fanatismo por la naturaleza. Solía vestir ropa adulta dado que siempre quiso ser una persona mayor, es más, sus modales y formas de expresarse al hablar y demás, conducían a una personalidad no acorde a sus años. A pesar de coincidir nuestras edades no compartíamos los mismos juegos. Nunca quiso jugar conmigo con los autitos de juguete.
Al momento que decidió partir hacia los amplios campos del tío Billie, Johnny tomó todos los recaudos necesarios para iniciar dicho viaje, entre ellos, debía cargar su mochila con elementos necesarios para poder subsistir en caso de un imprevisto. Contaba con una vasta experiencia en este tipo de caminatas, lo que hacía muy difícil que algo malo sucediera.
Recuerdo muchas meriendas en casa juntos, escuchando a mamá hablarnos sobre los peligros de largos caminos, cruzando bosques oscuros y tenebrosos. Solía repetirnos siempre la misma broma sobre que un gran lobo feroz, se escondía atrás de los grandes arbustos, esperando que aparecieran niños. Nunca le creímos.
Al instante de los preparativos para la partida, todo lo necesario estaba sobre la mesa de la cocina, la mochila estaba lista para ser cargada, el agua fría, barras de chocolate para el camino, la linterna y la tan importante brújula para guiarse en caso de perderse.
Algo inesperado sucedió, algo lo distrajo, la tele estaba prendida con su programa favorito de dibujos animados, lo que hizo que cometa un grave error. Olvidó su gran compañera, la brújula y sin ella partió.
Aquella tarde del sábado, un tanto soleada, fue como comenzó su recorrido hacia donde se dirigía, la granja de los Vigorens; allí visitaría a nuestro primo. Eran varios kilómetros para caminar, pero nada para asustarse ya que varias veces había hecho el mismo trayecto. Al anochecer, cuando los animales nocturnos comienzan a asomarse, decidió hacer una parada para comer chocolate y beber un poco de agua. Se distrajo observando distintos murciélagos saliendo de sus cuevas y pequeñas ardillas escabulléndose en los árboles. Todo hacía pensar que muy pronto llegaría a su destino, pero lo que no tuvo en cuenta fue el poco tiempo que le quedaba para que oscureciera completamente. En ese segundo, obviamente lo primero que hizo fue sacar su linterna para poder tener una pequeña vista de su alrededor, aunque esto no le alcanzó para ubicarse en el lugar exacto donde se encontraba. Necesitaba su brújula.
Empezó a buscar ansiosamente dentro de la mochila, estaba seguro que la había llevado, pero nunca apareció. Ahí fue como recordó que al momento de guardarla se distrajo y la olvidó sobre la mesa de la cocina.
Un sentimiento de miedo se apoderó de su cuerpo. No sabía qué hacer a pesar de su basta experiencia en campamentos, nunca le había ocurrido algo así. Sólo decidió calmarse y pasar la noche bajo un árbol hasta que amanezca y así poder aprovechar la luz del día para tener una amplia vista del bosque y ubicarse.
Esa noche, yo me había comunicado con mi primo para saber si Johnny había llegado bien pero cuando escuché su respuesta, un escalofrío pasó por toda mi espalda, una horrible sensación de pánico se apoderó de mí. Johnny nunca había llegado.
Luego de hablar con mi primo, llamé por teléfono a mis padres que se encontraban en una fiesta para comentarles lo que había pasado, no obstante, no me respondieron. Me sentí solo, no supe que hacer, sentía culpa por no haberlo acompañado a Johnny en aquel terrible viaje. Empecé a recordar aquellas bromas que mama nos hacía; nunca creímos aquellas historias del lobo feroz, aunque la idea de pensar que podían ser ciertas, me aterraba.
Un gran cansancio se apoderó de mi, lo que hizo que dejara la lapicera a un lado, para que mañana al despertar encuentre el final de esta historia de terror.
Nicolas Marruccelli 4to 2da TM
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Nicolás: no aparece en tu texto ninguna relación con la consigna dada; así, lo leí con desconcierto y sin poder reconocer la intencionalidad con que fue escrito. La mención del lobo feroz y del bosque no alcanzan.
ResponderEliminarDebés repensar el punto de vista que elegís para contar, ya que resulta totalmente incoherente que un testigo en primera persona pueda narrar lo que sucede a kilómetros de distancia de donde está situado él. ¿Cómo sabe qué hace y piensa Johnny en el bosque? Del mismo modo, si son hermanos ¿no debería ir a visitar a "nuestro" primo?; ¿te parece creíble que los padres no reaccionen cuando se enteran de que su hijo está perdido, que no inicien una búsqueda y se quedan en la fiesta? El narrador acepta tranquilamente la situación y se pone a escribir hasta caer dormido; entonces, ¿cuál es la noche de terror si nadie se espanta? La mención de que es adoptado, ¿debería entenderse como un indicio de que Johnny no le importa a nadie? Muchos hilos sueltos que son consecuencia de poca elaboración.
Rever tiempos verbales, puntuación, párrafos, conectores.
Nota: 5