El plan perfecto
Entre frases de
consuelo y murmullos, Francisco, bostezando, guardaba los objetos de su oficina
en una caja de cartón, pensando solamente en lo tonto que había sido.
Al llegar a su casa,
comenzó a sacar las cosas que había guardado en la mañana y allí encontró un
libro de tapa antigua que había heredado de su padre hacía un par de años
atrás, cuando su corazón dejó de latir.
Él nunca había tenido
tiempo para leerlo, por lo que decidió comenzarlo. El libro trataba de un
hombre cuyo orgullo había sido abatido y haría todo lo posible por recuperarlo,
así tuviera que amenazar o matar a alguien.
Pasando de capítulo
en capítulo él tenía más y más ganas de ser el protagonista de esa novela tan
atrapante.
Los días se iban como
los dientes de león en una ventisca y él no soltaba el libro. No dormía, no iba
al baño, no hacía nada más que leerlo.
Una vez terminado
comenzó a crear un plan, un plan que tenía que ser perfecto, un plan que con el
mínimo error ya no serviría. Y lo logró.
Al haber sido
despedido, fue en busca de empleo, cosa que le resultó difícil ya que tenía 47
años y un estado físico pésimo. Al cabo de un tiempo consiguió uno como
barrendero en su barrio. Trabajó duro hasta que obtuvo el dinero necesario para
proseguir con su plan. Contrató a un sicario profesional, para que lo entrenara
en el uso de armas blancas.
Empezó a seguir todos
los movimientos de su ex jefe, quien lo había despedido. Se fijaba en los
horarios de entrada y salida, cuándo iba a comer, cuándo eran los días en los
que llegaba tarde y por qué, etc.
Cuando tuvo todos los
datos necesarios se puso en marcha hacia la calle Azul Candi al 1997 y esperó
hasta las 18:00 PM a que Guillermo, su jefe, saliera del trabajo.
Había llegado el
momento crucial. Él estaba ahí, impecable como siempre, con su traje azul
profundo y su maleta Sansonite en la mano derecha saludando a otros empleados,
que ya se retiraban.
Francisco se echó a
correr desde la calle de enfrente. En su mano izquierda llevaba un cuchillo
afilado, puntiagudo, cuya hoja reflejaba el cuello de su jefe. En su cabeza
repasaba todos los pasos que le había enseñado su mentor, cuando de golpe,
POOM, lo arrolló un auto…
-Francisco!. Gritó su
jefe.
-¿Eh? ¿Qué pasó?.
Respondió sorprendido.
-Otra vez se quedó dormido
en el trabajo y no me queda más remedio. Está despedido. Guarde sus cosas y
lárguese.
Manuel Candi Tormos
Elaborás un buen texto pues discurre con claridad y cohesión . Sin embargo, el discurso se torna un tanto explicativo y poco emotivo. falta una elaboración más atenta de lo estético, del uso "extrañado" del lenguaje, menos previsible. Narrar no es decir qué sucede sino hacer que suceda. La resolución, que enmarca los hechos dentro de un sueño, resulta una salida fácil y sin originalidad que decepciona.
ResponderEliminarRepensar la intencionalidad de un texto con pretensiones literarias, el carácter ficcional, qué juego plantearle al lector y cómo seducirlo.
Nota: 6