sábado, 5 de julio de 2014

"El niño de la cicatriz"

Ya me cansé de escapar. Luego de correr todo el día, mis piernas están tiesas, acalambradas. Los Jerrys están por llegar. Me persiguieron por horas y nada les impide seguir haciéndolo ahora. Qué irónico que este joven, el cual pensé era introvertido,al que trate de caerle bien y ser su amigo, sea el mismo que envió a terminar con todos nosotros.  
Era un joven normal, mi padre tenía un negocio en el centro de la ciudad por lo que podría decir que estaba bien parado económicamente. No tenía muchos amigos debido a que mi familia se tenía que mudar de ciudad o país por causa de su trabajo. Hacía 1 mes había llegado, todo parecía normal hasta que aquel joven llegó.  Decidí que quería empezar con el pie derecho ya que seguro había llegado hace poco y supuse que tuvo un largo viaje hasta aquí.
-¡Hola! Mi nombre es Abe. ¡Gusto en conocerte!
A pesar de haberlo saludado, no contestó, pero notó mi presencia. Creo que por eso me miró y frunció el seño. Después de eso, se fue al hotel que estaba en frente de casa y no salió más.
Era un joven extraño, pelo oscuro, bajo para mi edad y una muy distintiva cicatriz en su mejilla derecha la cual no voy a olvidar jamás.
Pasó el tiempo, tenía 25 años.  Estaba encargado del local de mi padre, llevaba una vida tan aburrida como la de mi infancia, la única diferencia era que ahora trabajaba. No pasó mucho tiempo de mi descanso y ya tenía que trabajar de nuevo, lo cual requería mucho de mi tiempo dentro del local, tanto, que tenía un colchón para dormir ahí.
En medio de la noche un estruendo me despertó, sentí olor a quemado. Rápidamente baje del ático del local donde dormía y fui hacia la entrada, allí estaban los braceras rojas. Habían destruido todo lo que mi padre me dejó. Grité entre sollozos y pregunté por qué habían hecho eso. No respondieron, solamente se acercaron y me golpearon hasta desmayarme. Abrí mis ojos, tenía frío, estaba oscuro, muy oscuro. Escuchaba susurros a todos lados y entre tantas palabras solo escuchaba esto: “el nuevo”… “el nuevo”…
Nunca había estado en un lugar así, era lúgubre, había un olor insoportable, vayan a saber de qué. Pasé años de mi vida en ese lugar, creo que 2 o 3. En ese tiempo me di cuenta realmente de cuál era el lugar en el que estaba, lleno de gente morena, gente homosexual. Parecía una prisión pero lo curioso era lo siguiente: nadie había cometido un delito.
No parábamos de escuchar “Heil…” y algo más que no lográbamos entender. Hiler, Hiter, algo así. En una oportunidad vino el encargado del campo, no lo conocíamos pero empezó a pasar por los cuartos y fue cuando llego al mío cuando me quedé helado. Tenía una cicatriz en la mejilla derecha. En ese momento nos dijeron que bajemos la cabeza ante él y que le tengamos más respeto.  Luego sentimos los pasos alejándose y volvimos a escuchar ese grito el cual ya había entendido.
Un día los Jerrys se descuidaron y dejaron abierta uno de los cuartos dejando así que saliéramos. Al principio dudamos pero notamos que no había nadie observándonos. Logramos salir de aquel infierno, o al menos eso pensamos. Todo estaba planeado. Era una cacería y nosotros éramos las presas.
Corrí y corrí hasta llegar donde estoy ahora, tirado en el piso, agonizando pensando esta historia, la historia de mi vida y de cómo aquel joven del cual quise ser amigo terminó matándonos a todos. Ese oscuro hombre, Adolf Hitler.

Maxi Bazan. 4to 2da TM

1 comentario:

  1. Maxi: tu texto pide ser reescrito, ya que hay mucho para rehacer tanto en el discurso como en la historia. Parece un borrador y no una versión revisada, que pasó por la autocorrección. Prácticamente incomprensible, la historia está llena de incoherencias y contradicciones.
    Revisá coherencia y cohesión; en especial, puntuación, concordancia, tiempos verbales, vocabulario, ortografía.
    Nota: 4

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