Ya me cansé de escapar. Luego de correr todo el día, mis
piernas están tiesas, acalambradas. Los Jerrys están por llegar. Me
persiguieron por horas y nada les impide seguir haciéndolo ahora. Qué irónico que este joven, el cual pensé era introvertido,al que trate de caerle bien y ser su amigo, sea el mismo que envió a terminar con todos nosotros.
Era un joven normal, mi padre tenía un negocio en el centro
de la ciudad por lo que podría decir que estaba bien parado económicamente. No
tenía muchos amigos debido a que mi familia se tenía que mudar de ciudad o país
por causa de su trabajo. Hacía 1 mes había llegado, todo parecía normal hasta
que aquel joven llegó. Decidí que quería
empezar con el pie derecho ya que seguro había llegado hace poco y supuse que
tuvo un largo viaje hasta aquí.
-¡Hola! Mi nombre es Abe. ¡Gusto en conocerte!
A pesar de haberlo saludado, no contestó, pero notó mi
presencia. Creo que por eso me miró y frunció el seño. Después de eso, se fue
al hotel que estaba en frente de casa y no salió más.
Era un joven extraño, pelo oscuro, bajo para mi edad y una
muy distintiva cicatriz en su mejilla derecha la cual no voy a olvidar jamás.
Pasó el tiempo, tenía 25 años. Estaba encargado del local de mi padre,
llevaba una vida tan aburrida como la de mi infancia, la única diferencia era
que ahora trabajaba. No pasó mucho tiempo de mi descanso y ya tenía que
trabajar de nuevo, lo cual requería mucho de mi tiempo dentro del local, tanto,
que tenía un colchón para dormir ahí.
En medio de la noche un estruendo me despertó, sentí olor a
quemado. Rápidamente baje del ático del local donde dormía y fui hacia la
entrada, allí estaban los braceras rojas. Habían destruido todo lo que mi padre
me dejó. Grité entre sollozos y pregunté por qué habían hecho eso. No
respondieron, solamente se acercaron y me golpearon hasta desmayarme. Abrí mis
ojos, tenía frío, estaba oscuro, muy oscuro. Escuchaba susurros a todos lados y
entre tantas palabras solo escuchaba esto: “el nuevo”… “el nuevo”…
Nunca había estado en un lugar así, era lúgubre, había un
olor insoportable, vayan a saber de qué. Pasé años de mi vida en ese lugar,
creo que 2 o 3. En ese tiempo me di cuenta realmente de cuál era el lugar en el
que estaba, lleno de gente morena, gente homosexual. Parecía una prisión pero
lo curioso era lo siguiente: nadie había cometido un delito.
No parábamos de escuchar “Heil…” y algo más que no lográbamos
entender. Hiler, Hiter, algo así. En una oportunidad vino el encargado del
campo, no lo conocíamos pero empezó a pasar por los cuartos y fue cuando llego
al mío cuando me quedé helado. Tenía una cicatriz en la mejilla derecha. En ese
momento nos dijeron que bajemos la cabeza ante él y que le tengamos más
respeto. Luego sentimos los pasos alejándose
y volvimos a escuchar ese grito el cual ya había entendido.
Un día los Jerrys se descuidaron y dejaron abierta uno de los
cuartos dejando así que saliéramos. Al principio dudamos pero notamos que no
había nadie observándonos. Logramos salir de aquel infierno, o al menos eso
pensamos. Todo estaba planeado. Era una cacería y nosotros éramos las presas.
Corrí y corrí hasta llegar donde estoy ahora, tirado en el
piso, agonizando pensando esta historia, la historia de mi vida y de cómo aquel
joven del cual quise ser amigo terminó matándonos a todos. Ese oscuro hombre,
Adolf Hitler.
Maxi Bazan. 4to 2da TM
Maxi: tu texto pide ser reescrito, ya que hay mucho para rehacer tanto en el discurso como en la historia. Parece un borrador y no una versión revisada, que pasó por la autocorrección. Prácticamente incomprensible, la historia está llena de incoherencias y contradicciones.
ResponderEliminarRevisá coherencia y cohesión; en especial, puntuación, concordancia, tiempos verbales, vocabulario, ortografía.
Nota: 4