Era un día nublado y lluvioso, Marcos vivía en una casa con su madre a la que ayudaba y cuidaba, ya que no salía con sus amigos ni veía a sus vecinos tampoco, algunos no los volvió a ver más. Era domingo, su día de franco, le faltaban ya tan solo pocos días para su baja después de tanto tiempo de presión por lo que se venía un día muy esperado.
Él estaba en el sillón de su habitación, una habitación color verde oscuro, sin ningún cuadro, con una simple mesa llena de recortes de periódicos y de hojas de estudio. Durante su tiempo libre leía el diario del día, ya que era lo único que solía leer, porque los libros que su madre le había recomendado no se conseguían, y los que se conseguían no le interesaban.
Hasta que el llamado a la puerta, paralizo su tranquilidad, irrumpió en su mundo, eran ellos. El terror en persona. Atendió su madre, la cual tenía sus manos en la cara sollozando por el anuncio de estas personas con uniforme verde que miraban hacia abajo para hablarle, cerró su puerta y corrió a abrazar a su hijo. Cuando él se enteró de lo que estaba sucediendo, solo pudo llorar con el tratando de tranquilizarla.
La noticia los derrumbo, pero no había forma de frenar eso que ya estaba comenzando. Se pusieron a pensar porque le había tocado a él, si su calvario ya estaba a punto de finalizar.
Ese día, un día para olvidar pero difícil de hacerlo, un 4 de abril de 1982, empezó todo.
Marcos ya había pasado los exámenes médicos y las pruebas determinantes, todavía no sabía a donde pensaban llevarlo pero ahora tan solo quedaba emprender vuelo y rezar. La moneda ya estaba en el aire.
La madre, ya anciana que se dedicaba a cuidar y complacer los deseos de su hijo, era un mujer que ya había sufrido la pérdida de su primogénito hace muy poco tiempo, ella solía ser ama de llaves en una casa de familia de alto nivel económico pero a partir de ese momento, en sus tiempos libres decoraba la casa con cuadros de los tres juntos, mantenía el orden de su habitación con la esperanza de volverlo a ver y mostrarle cómo había quedado, y hasta una vez Marcos la escucho hablándole a una silla de su habitación pensando que estaba su propio hijo mientras lloraba.
Al ser Marcos, su único hijo, no paraba de brindarle consejos y hablarle sobre la vida. Ambos se prometieron enviarse cartas para mantenerse en contacto, ella le entregó y acomodo en su bolso una foto familiar y se despidieron en el aeropuerto con el más sincero abrazo que una madre puede darle su hijo.
Ya en vuelo, con su uniforme nuevo color verde que en su izquierda tenía una pequeña bandera de color celeste y blanca, se corrió el rumor de que estaban yendo hacia el sur del país pero nadie sabía nada con certeza.
Sin poder hacer nada al respecto y sin tener respuesta alguna solo pudo tranquilizarse a sí mismo mientras escuchaba el murmullo de sus compañeros de avión. Llegaron al aeropuerto y de a poco se iba enterando de lo que estaba sucediendo, había mucho viento, pero tenía que acostumbrarse al clima de allí, ya había caído la noche y mucho no se distinguía, más que un cielo eternamente oscuro con estrellas brillantes que brindaban esperanza.
Los primeros días comía bien, no pasaba hambre y el abastecimiento era normal. Pero a partir del primer mes, los soldados tuvieron que moverse al frente de combate donde era más dificultoso y con menos frecuencia la llegada de comida.
También tuvieron que construir trincheras, las cuales no eran muy grandes, debían taparlas con carpas o césped y además tenían que compartirlas con un compañero, aunque Marcos nunca se quejó de eso.
En cada tiempo libre, Marcos le escribía cartas a su madre, contándole cómo estaba y qué estaba pasando esperando una respuesta de su madre, por desgracia nunca fue entregada. Ni las de la madre a él.
Pasaron los días, su ropa ya estaba desgastada, con polvo, descuidada. Lo invadía la tristeza por no saber el estado de su madre y por la caída de sus compañeros, hasta su compañero de trinchera. Cada día que pasaba, era un día más de vida, pero uno más de sufrimiento.
La comida ya no llegaba porque el abastecimiento era en helicóptero y había distintas versiones, de que no llegaba por miedo a los bombardeos, por falta de combustible, o simplemente porque no había manera de llegar. Marcos cada día se veía más delgado, ya podía sentir huesos que nunca pensó sentir, veía cosas terribles pasar por sus ojos y estuvo hasta dos días sin comer
Cuando el regimiento bajaba al pueblo, robaba comida. El soldado solo logro sacar una lata de membrillo, la abrió a la fuerza y se la guardo en su rasgado bolsillo lleno de polvo y tierra.
Con el paso del tiempo, Marcos seguía pensando por qué su madre aún no le contestaba, él en sus cartas le expresaba el dolor que estaba padeciendo por todas las cosas que estaban pasando a su alrededor, pero ninguna fue respondida, sin embargo, nunca dejó de escribirle.
Durante los últimos días de combate, en donde ya los soldados estaban cansados y muertos de hambre, Marcos quedó bajo la tierra que se movía por los múltiples bombardeos y tiros que tapaban los cuerpos sin vida derrumbados por el enemigo de habla inglesa, y el polvo que formaba una niebla en donde no se diferenciaban las dos partes. Era un clima de puro caos.
Los días pasaron y todo finalizo.
Los soldados que permanecieron con vida volvieron en un buque extranjero llamado “Canberra” que zarpó el 19 de junio y arribó el 20 del mismo mes.
Al llegar, los soldados fueron llevados a instalaciones militares para mejorar sus condiciones físicas, y de allí fueron llevados a su ciudad de origen.
En Buenos Aires, la madre de Marcos lo esperaba, asustada pensando en lo peor por no haber recibido en tanto tiempo una sola carta de él. Pero éste nunca llegó.
La madre desesperada fue invadida por una terrible angustia y tristeza que empeoró su depresión y a pesar de su lucha constante en busca de su hijo, ella abandonó el mundo varios meses después.
Durante mucho tiempo Marcos se lo consideró como un muerto más en la batalla.
El 11 de diciembre de 1983, corrió el rumor de que un sobreviviente de Malvinas, había llegado a Buenos Aires casi dos años después del hecho. Marcos fue noticia en todo el país, al preguntarle varias personas, cómo fue que llegó hasta allí y cómo había podido sobrevivir, el solo respondió: “Yo siempre estuve vivo, pero ella fue quien me salvó y me trajo”.
Y Desde ese día, muchos de los vecinos, lo veían por las tardes de domingo decorando su casa con fotos de su hermano y de su madre. Hasta que un día, no lo vieron más.
-Jimena Muñoz-
Jimena: este texto debería ser reescrito, ya que hay mucho para rehacer tanto en el discurso como en la historia.
ResponderEliminarEn el plano argumental, algunos hechos no resultan creíbles en el marco espacio-temporal en que se ubican: cómo es notificado de su viaje al sur, la despedida de su madre en el aeropuerto, su desaparición sin causa y su regreso glorioso. El salto entre la captura y embarque en el Canberra hasta su reaparición resulta absolutamente incoherente. Del mismo modo, no se entiende (construís un relato realista) porqué se evitan informantes como Malvinas, ingleses, militares.
Revisá coherencia y cohesión; en especial, puntuación, concordancia, tiempos verbales: vocabulario escaso y repetitivo.
Ojalá tengas ganas de reescribirlo porque podría ser un buen cuento.
Nota: 5